Por qué hay que tener buena onda con los profesores

Ya he contado en algunos posts  y en la pestaña «Acerca de…» que además de mi trabajo habitual con el cual me gano la vida (que pomposo que suena) también estoy terminando la carrera de Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional del Sur (aunque en realidad lo de «terminando» es meramente especulativo, ya que trabajando y estudiando a la vez, uno nunca sabe bien en que momento terminará, pero bueno, ese es otro tema).

El hecho de trabajar full time me obliga en muchas oportunidades a tener que hacer malabares para poder cursar o rendir materias, ya que las complicaciones son varias: horarios que no coinciden, falta de tiempo para estudiar, pedir permisos constantemente en el trabajo, etc.

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Debido a estos inconvenientes, me veo obligado  muchas veces a pedirles favores a los profesores o a los ayudantes de práctica, para poder cumplir con los requisitos de la cursada. Y en estos años de esfuerzo he aprendido algo: siempre es bueno hacerse amigo de los profesores (o léase «hacerse el amigo», es lo mismo).

Cuando ingresé por primera vez a la Universidad (allá por el año 97) era bastante más renegado y  si un profesor/a me caído medio pesado, o era medio agrio, le hacía la cruz. Creo que esta es una actitud que la mayoría de nosotros tenemos en la adolescencia.

Sin embargo hoy, con unos añitos universitarios más, la realidad volvió a mostrarme lo equivocado que estaba en mis primeras épocas en la uni.


El sábado pasado tenía un parcial a la mañana, y como trabajo en un salón de fiestas, no me coincidían los horarios. ¿Qué hice? Simplemente fui con mi mejor cara de buenos amigos a contarle al profesor mi situación, aún sabiendo que en la reglamentación de la universidad sólo se puede faltar a un parcial por enfermedad. El resto, manejate.

Y para mi alegría este simple pedido dio sus frutos: no sólo me aceptaron un certificado laboral para rendir el parcial otro día, sino que también me sirve para rendir el coloquio y no perder así la promoción de la materia. Y eso que antes de hablarlo con los profesores dudaba si hacerlo o no, me parecía que que no me darían bola…

Moraleja: en la universidad tenés que agotar TODOS los recursos que tengas a tu alcence, siempre y cuando estos sean válidos, puede que tengas tu cuotita de suerte 😉

¿Y ustedes? ¿alguno tiene historias «con suerte» para contar?

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P.D.: Obsérvese que el post fue etiquetado en una nueva categoría: «Consejos tontos pero útiles», y seguramente haya más notas en esta categoría, porque creo que muchas veces la solución es más fácil de lo que pensamos.

Un comentario en “Por qué hay que tener buena onda con los profesores”

  1. Un amigo me acaba de mandar un mail contándome que le gustó este post y que le hizo acordar a un fragmento del Martín Fierro, y lo adjuntó en el mail. Lo transcribo porque está muy bueno:

    «Hacete amigo del Juez,

    No le des de qué quejarse;

    Y cuando quiera enojarse,

    Vos te debes encoger,

    Pues siempre es güeno tener
    Palenque ande ir a rascarse»

    Como dijo mi amigo, que grande el Hernandez!! gracias Masiki por tu aporte!!

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